¡Hola a todos!
Todos sabemos que esta pandemia se ha convertido en un enorme carro que ha arrastrado con la salud de mucha gente. Hay un aspecto que en últimas fechas ha cobrado interés en el mundo, incluyendo a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de nuestra salud mental.
Les platico que algunas personas en Estados Unidos, sobre todo en la región de California, han buscado la mejor manera, por lo menos, para sobrellevar el encierro evitando perjuicios mentales. Estas personas han volteado al estoicismo, corriente filosófica con aproximadamente 2000 mil años de antigüedad. La gente busca en sus postulados sobrellevar y eliminar cualquier tipo de adversidad. Uno de los seguidores de esta corriente fue el emperador Marco Aurelio cuyo gobierno estuvo invadido por plagas, guerras, inundaciones y pestes diversas, un mundo parecido al nuestro. Muchas desgracias al mismo tiempo. Los romanos y los círculos del cristianismo pensaban que aquello era el fin del mundo. Fue la ocasión perfecta para que floreciera el estoicismo. Esa doctrina filosófica postula que el ser humano es incapaz de detener el caos. Sin embargo, podemos cambiar la percepción que tenemos sobre la desgracia. Los estoicos predicaban que ante situaciones adversas, los malos sentimientos no deberían dominarnos. El miedo, la ira, la tristeza, la ansiedad y la angustia, son emociones que pueden afectar gravemente nuestra sensibilidad si no somos capaces de controlarnos. Según ellos, el grado de perjuicio está determinado por la manera y la intensidad cómo se interpreta y se acepta una adversidad. En otras palabras, la realidad se acepta según nuestra receptividad.
Seguramente todos hemos sabido de algún conocido, o del conocido del conocido, que últimamente la ha pasado muy mal por este confinamiento. Algunas personas han colapsado emocionalmente y, sin más, se han echado a llorar. La mayoría desea que todo vuelva al estado que conocíamos hace un par de meses. Hay quienes han perdido la noción de la realidad. Esos son los casos más graves. Y es entendible, por ejemplo, en estos días suele ocurrir que uno no sabe qué día de la semana estamos viviendo. Los días prácticamente son los mismos. El encierro y el aburrimiento nos acostumbran a la monotonía. Pero, ¿por qué nos afecta todo esto? Una explicación tiene que ver con aspectos de valoración cultural muy comunes en la mayoría de las personas, pues todo mundo cree que los tiempos malos pasarán pronto y una vez que esto ocurra, todo será como antes y que el universo reordenará las cosas, según su propio sitio. Las personas que últimamente se han adentrado al estudio del estoicismo han advertido que, según los postulados de esta corriente, cosas malas nos pueden ocurrir sin que podamos evitarlo. Esta doctrina afirma que debemos ponderar objetivamente la naturaleza de la adversidad de que se trate para enfrentar y minimizar los efectos que nos pudieran perjudicar. Tener miedo o, peor aún, entregarnos al pánico es lo más desolador que nos puede ocurrir. Es importante concentrarnos en ver qué podemos cambiar, qué podemos hacer. Los estoicos afirman – estoy de acuerdo con ellos – que el infortunio forma parte de nuestra naturaleza. Es la fatalidad el motor que sacude nuestras vidas para mantenernos alerta. Más que preocuparnos si vamos a morir a causa de este virus, deberíamos preocuparnos por la forma cómo aprovechamos nuestro tiempo hoy en día. Tarea difícil. Lo sé. Los efectos de esta pandemia han sido incalculables para muchas personas. De ahí la necesidad de evitar convertirnos en víctimas de nuestra receptividad.
Nuestra cotidianidad nos ha acostumbrado a reducir nuestra felicidad precisamente al cumplimiento de nuestros quehaceres básicos que nos absorben la mayor parte del tiempo. Todo mundo pasa por lo mismo. Trabajo, estrés y preocupaciones son parte de la vida de cualquier persona. No cabe duda que “el mundo mundea”, decía Martin Heidegger, filósofo alemán que en su análisis de la esencia del ser (existencia), nos dice que el género humano (dasein) está hundido en su cotidianidad. Por ejemplo, es curioso, pero cierto: muchas personas literalmente se echaron a llorar cuando tuvieron que cancelar sus vacaciones, fiestas, reuniones y demás actividades de ocio, pues como les comento, poco tiempo nos queda para escapar de nuestros deberes cotidianos.
Amigos, en situaciones como ésta, uno debe ver las cosas con perspectiva y objetividad. México no se encuentra en guerra ni padece conflictos civiles como en otros países. Por estar razones, podemos retomar una “nueva normalidad” después de que el encierro termine en un par de días. El punto es que deberíamos ver más allá de la desgracia. Hay muchas cosas que la adversidad no nos puede arrebatar: nuestras virtudes, valores, conocimientos y nuestra experiencia. Todas éstas son cosas que nadie nos podrá arrebatar. Esos atributos son los que deberíamos practicar para enfrentar nuestras dificultades. No hay más.
Es obvio que no hay tecnología que nos salve de la calamidad. Actualmente somos testigos de la desgracia en que ha caído el mundo y sus habitantes sin importar el estatus social. Lo mejor es que las circunstancias desfavorables nos encuentren moralmente fuertes. Nadie escapa de enfrentar una desgracia en su vida. Eso es un hecho.
Estimados amigos, en conclusión, creo que estos tiempos son idóneos para echarle una mirada a nuestra salud y estabilidad emocional. No es bueno que además de los perjuicios patrimoniales que la pandemia nos ha causado, tengamos que sufrir desequilibrios emocionales. Nuestra especie siempre se ha caracterizado por evolucionar y adaptarse a los tiempos actuales. Es un hecho que la actualidad nos obliga a ponderar la situación para hacer cambios y reajustes en nuestra vida de tal manera que sigamos evolucionando a la par de los tiempos modernos.
Saludos cordiales.
Lic. María Eugenia Melo Valderrábano.
Vicepresidenta de la Comisión de Asuntos Internacionales.
Coparmex Metropolitano.
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