México, al igual que varios países, se enfrenta a un escenario muy adverso debido al comportamiento de la economía global. Por un lado, tenemos una pandemia que crece prácticamente todos los días, que se traduce en un “frenón económico” sin parangón: restaurantes, cafeterías, bares, teatros, cines, hoteles, aerolíneas, estadios y un largo etcétera, son los negocios más afectados. Conforme la crisis sanitaria avanza, cientos de negociaciones se ven constreñidas a parar abruptamente sus actividades. En consecuencia, muchos trabajadores se ven obligados a descansar en sus casas, pero con la cartera vacía y con la ENORME INCERTIDUMBRE de ignorar cuándo regresarán a sus actividades cotidianas. Es evidente que el desempleo también crece día tras días, mientras nos dejamos cubrir con la cortina de humo de la pandemia.
Ford, General Motors y otras compañías del sector automotriz, han anunciado el cierre temporal de todas sus plantas en Norte América. La razón de esta decisión, obviamente, el temor al contagio y la caída de las ventas. México, siendo uno de los principales productores de manufacturas a nivel global, también será afectado con esta medida. Una vez que cierren las fábricas de ensamble, también se paralizan las cadenas de suministro y, con ello, el dinero deja de fluir.
El hecho de que General Motors se paralice, por ejemplo, significa que sus proveedores también suspenden labores, y muchos de sus distribuidores se encuentran en el Norte y Bajío de México. La última vez que ocurrió algo parecido, fue durante la crisis financiera del 2008. Súmese a ello, la caída de los precios del petróleo.
En efecto, la mezcla mexicana de petróleo se cotiza por debajo de los 20 dólares por barril y para el 18 de marzo, día de la Expropiación Petrolera, nuestra célebre mezcla se cotizaba en 14.54 dólares. El precio más bajo desde hace ya mucho tiempo.
En lo que va del año, el precio del petróleo en México ha caído un 75%. Una verdadera masacre para Pemex. Con estos precios, definitivamente no es rentable extraer petróleo del subsuelo. Un hecho que nos cuesta trabajo entender es que año con año, extraer petróleo del subsuelo es cada vez más costoso. Las petroleras necesitan cotizar alrededor de un parámetro de 50 dólares por barril para que la venta de aceite de dinosaurio sea rentable.
Pemex, en particular, necesita precios por encima de 20 dólares por barril, por lo menos, para no perderle. Lo bueno de este desplome de los precios del petróleo es que el combustible ha bajado para los consumidores. Sin embargo, recordemos que Pemex es muy importante para la economía mexicana. Si Pemex se hunde y cancela proyectos productivos, esta situación golpeará a Estados como Veracruz, Campeche y Tabasco. Entidades federativas, que por cierto, ya padecen una recesión.
No olvidemos que a este panorama, también se suma la fuga de capitales muy superior a la del 2008. El desplome de los mercados financieros en los últimos días ha hecho que el pánico se apodere de los inversionistas. La mayoría de los inversores han retirado sus capitales de los países emergentes, como México y Argentina, a una velocidad impresionante. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, en los últimos cuarenta y cinco días, han salido de los países emergentes más de treinta mil millones de dólares. Se trata de una cifra récord no vista ni siquiera en la última crisis financiera.
En México, todos lo sabemos, la fuga de capitales se traduce en una enorme devaluación de nuestra moneda. Uno debe tomar en cuenta que en lo que va del 2020, el peso mexicano se ha devaluado un 30% frente al dólar estadounidense. En circunstancias normales, un dólar fuerte, se traduciría en la llegada de más turistas a ciudades como Cancún o los Cabos, pero con fronteras cerradas, debido al miedo de un contagio, el dólar fuerte está lejos de beneficiar al sector turístico mexicano.
Uno también pensaría que es un buen tiempo para comprar dólares, pero en realidad no es así. Ni el gobierno de México ni el de Estados Unidos están dispuestos a permitir una mayor devaluación de la moneda mexicana. El diario “Financial Times” publicó hace unos días que “… la Reserva Federal expande líneas de intercambio de dólares a más bancos centrales”.
Australia, México, Brasil, Corea del Sur, Singapur, Suecia, Dinamarca, Noruega, Japón Nueva Zelanda e Inglaterra, tendrán garantizado UN FLUJO DE DÓLARES HACIA SUS RESPECTIVOS BANCOS CENTRALES. De esta manera, el fantasma de la recesión, se aleja temporalmente. Con este acuerdo entre la Fed y el Banco de México, es difícil que el peso mexicano se devalúe aún más. Es por tales razones que al día de hoy el peso mexicano se mantiene “relativamente estable”.
¿Por qué sale al recate del peso mexicano la Reserva Federal? Bueno, a Estados Unidos no le conviene una mayor devaluación de nuestra moneda. Si México entra en crisis, tarde o temprano, la economía de Estados Unidos, también se verá perjudicada.
Seguramente estas son las razones por las que el gobierno mexicano se ha negado a tomar medidas extremas, como el cierre de las fronteras, el toque de queda, o el cierre de los aeropuertos; aunque en vista de las noticias que se divulgaron ayer por la tarde en cuanto al cierre de restaurantes, bares, cines, teatros, parques y demás lugares públicos en la ciudad de México a partir del día lunes 23 de marzo, no falta mucho para que esta misma medida se tome en el resto de los Estados de la República. No obstante la situación, los analistas afirman que México entrará en recesión este año.
“Bank of America”, prevé el escenario más pesimista para nuestro país. Los analistas de esta Institución prevén una caída del 4.5% para este año. Pronosticó que de concretarse, hundiría nuestro país en una crisis similar a la de hace 11 años, pero con la agravante del COVID-19. “Credit Suisse”, nos pronostica un panorama muy similar. En este caso, los analistas dan por hecho una caída del 4.0% de nuestro PIB. Los más optimistas hablan de la caída del 1.0% de la economía mexicana. Situación que colocaría a nuestro país en una crisis que no se ve desde hace 90 años. La última vez que nuestra economía no creció durante dos años consecutivos, fue entre 1929 y 1930.
El sector empresarial mexicano ya da por hecho que nos enfrentamos a una recesión cuya gravedad pudiera desembocar en una verdadera crisis económica. Evidentemente, el actual escenario es poco prometedor. Lo mejor que podemos hacer es evitar que la crisis de salud se nos salga de control. En la medida de nuestras posibilidades, también debemos ser solidarios apoyando negociaciones locales, a pequeñas y medianas empresas (PYMES), compañías mexicanas en crecimiento y, en general, debemos apoyarnos entre mexicanos.
Si en estos momentos pudiéramos abandonar los “dimes y diretes” en política, sería algo muy loable. Ante todo, la tormenta financiera se asocia con situaciones adversas que provienen del extranjero, no de conflictos internos. Lo más importante para todos es que México se mantenga firme y de pie ante el panorama mundial.
POR LIC. FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ
PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE ASUNTOS INTERNACIONALES.
COPARMEX METROPOLITANO.
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